El dibujo de tu pecho,
Que a veces miro de soslayo
Me ruge hoy con fruición
Que le dedique unos versos.
Es ese perfil divino
Quien me pide que lo acaricie
Con la suavidad de lo bello,
Con la rudeza del candor.
Me pierdo en su tacto angelical
Y tan profundamente femenino,
Lo imagino, porque está vedado
Para mí comprobar mi deseo.
Aunque sé que Dios y su ángel caído
Se sumaron en esas gemelas que me matan
Mientras muero y rezo y blasfemo
Por no saber de qué son:
Si divinas o demoníacas,
Si del Olimpo y su ambrosía
O del Tártaro y la tentación…
No sé y quiero saber… Pobre iluso.
Me descuelgo también, a veces,
En su matiz y sabor,
En su forma y areolas
En su cúspide o pezón.
Luego despierto a la razón,
Y asesino al deseo,
Anoxia por un pensamiento…
¡Ay!, ¡qué necesidad! ¡Cuánta!
Lo comparo con estrellas,
Con reinas y sus retratos,
Con diosas que me hacen monstruo,
Con modelos desde que el mundo es tal.
Y sé que tras ese verde
Hay un color natural,
Y sé que tras ese tacto
Sólo los dioses sabrán… Yo no.
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