Madrid, 16-V-2007
En el huracán de la decepción
Me muevo.
Medito rendirme y morir,
O sólo morir.
Maldigo a tanto trilero advenendizo,
Blasfemo,
Pero es que sólo en la blasfemia,
En su rotundidad,
Encuentro un consuelo,
Frío y estéril,
Pero consuelo en definitiva.
No he llorado, salvo por dentro,
Y esas lágrimas (silentes y ocultas)
Duelen como cristales rotos
Lanzados contra el centro mismo
Del alma.
Así que vierto en versos
Un llanto de tinta triste
Y me acuerdo de ti.
Me acuerdo tanto
Que una leve sonrisa borra
Hasta la decepción
Y su llanto invisible.
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