Camino, subo, izo,
Elevo mi alma y mi cuerpo
Hacia una montaña moral
En la que moras y ríes,
En la que vives y creces.
Sudo pues el camino es duro,
Tortuoso y desangelado
Pero es tan hermosa la montaña
En su cima,
Tan inigualable en su beldad,
Tan magnífica en su naturaleza...
Y sólo porque estás tú,
Sólo porque habitas en ella
Y dejas, con tu persona,
Eclipsado el monte Olimpo,
Anecdótico el Himalaya.
Y todo,
Repito,
Sólo porque estás tú.
El monte de roca calcárea
Tiñe de blanco mis pies,
Seca con polvo mi garganta,
Mancha de esfuerzo mi alma
Hasta hacerla doblarse y aseverar,
Hasta hacerla digna de ver tus ojos,
Tu sonrisa,
Tu alma.
Ahora trepo y lleno mis manos,
Mis dedos y mis uñas
De ese dolor que provoca
Estirar los músculos,
Esforzarse por algo.
Mi alma duele,
Me duele,
Y es ese dolor el que la purifica
Porque así la quiero cuando llegue a ti.
La cima pelada está a mi alcance,
Ya adivino tus ojos,
Porque hay un brillo cegador en lontananza.
Parece que miro a oriente
Durante el amanecer
Aunque ya es noche cerrada,
Pero es tan luminosa tu imagen,
Tan imanadora tu luz
Que las minúsculas máculas que restaban
En mi alma
Quedan borradas y limpias
Y es ahora,
Al llegar a tu regazo,
Cuando puedo musitar
Te amo.
Espero tu sonrisa
Pero no lo haces
Porque de tu boca
Sólo sale,
Bendito sea Dios,
Otro te amo.
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