Llueve
sobre el ángel de la fama,
Sobre
los evangelistas de San Pablo,
Cada
gota les inunda de mis penas,
Les
riega como a mí, parece, la derrota.
La
ciudad se vacía y sólo ellos,
El
ángel y los escritores,
Deciden
acompañarme en mi tristeza,
Soy
tan de ellos y ellos son tan míos…
No
hay gente en las calles,
No
hay Dios ni diablo,
Salvo
ese pobre que llora
Acompañado
por ellos.
Cansado
de días que son siglos
Me
vuelvo piedra cercana
Para
morir junto a ellos
Entre
un ángel y cuatro evangelios
Que
en mi ciudad moran,
Como
lo hacen mis penas,
Como
lo hace mi eterna derrota,
Como
si a alguien importase.
Entre
el ángel de la fuente de la fama
Y
los famosos evangelistas de San Pablo
Moro,
paseo, habito, pero no vivo
Ya
que sólo me dejan sobrevivir.
Con
cada verso una saeta
Que
se clava hasta sajarme
Las
entrañas del alma,
Cuyas
puntas son fracasos y penas.
Y
el ángel mira al cielo y entona
Con
su trompeta atemporal
Una
fanfarria que los cuatro de piedra
Toman,
escuchan y gozan mientras yo…
Merezco
una vida mejor, una vida,
Lejos
de todo, quizás hasta de mí,
Con
un futuro que sonría, y ría mucho,
Desterrando
lo que fui, lo que ahora soy.
Mañana
será Dios quien me llame,
Si
existe, quizás no,
Y
me dirá tonterías, porque serio no es.
Sólo
hay que ver su obra (de omitidos y actos).
Y
yo Le diré que no le quiero cerca,
Porque
no quiero nada que sea mentira,
Si
tanto dice amarme, que me ame también ahora,
Que
me ame como yo amo vivir.
La
fuente y el ángel se calan
Bajo
una lluvia infernal,
Valladolid
se sumerge, yo no…
Yo
ya estoy hundido.
Los
evangelistas de la fachada
Rezuman
agua, quizás sean lágrimas,
Las
mismas que tanto vierto
Sin
que nadie las advierta… Por amor.
Escribo
libros perdidos,
Rezo
a dioses que son monstruos,
Amo
mientras soy abandonado.
Sólo
sé que quiero vivir.
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