Abonado a la soledad
Mientras recabo inverosimilitudes
En este piélago de mentiras
Que es mi rutina...
La de cualquiera.
De pronto te encuentro,
Como la verdad más pura:
Bella, etérea y desnuda.
Y todo el camino hacia el fin
Parece un simple principio.
Mi soledad se inunda
De deseo, futuro y lágrimas
Y el océano de embustes
Se vuelve a llenar de nada
Al musitar tu nombre.
Porque si es final no es feliz
Y si es feliz no hay final,
Principio védico que alimenta,
Aunque no sé si sacia,
Mi alma malacostumbrada.
Pero sé que al encontrarte
Deseo ese principio tan simple,
Te deseo hasta que no exista final.
Después de ese paso,
Antes de caminar.
Ahora observo tu cuerpo,
En el que dejas vislumbrar tu alma,
Y yo sé que soy el único que la veo,
Al único que se la dejas ver...
Y me encanta.
Me encanta verte y verla,
Verte desnuda al compás de tu alma
Mientras pronuncio tu nombre,
Como un mantra o un canto
Ante el irracional último verso.
Ese verso en el que dices y digo,
Casi como un coro mozartiano,
Que me amas y te amo,
Cuando eso es otra ilusión
Del inverosímil último verso.
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