Recuérdame que nunca me enamore...

De ti.

De tus ojos color Scheele, veneno cobrizo,

De tu sonrisa, dibujo de Leonardo,

De tu sabor, dulce hasta caramelizar el alma...

De todo lo que eres tú...

De ti.

Pero permíteme el don de la lujuria...

Contigo.

Con tu boca, que obliga a soñar,

Con tus besos, que hacen olvidar,

Con tu lengua, preludio de toda humedad,

Con tus curvas...

Contigo. 

 Sal de mar,

Sal de cocina,

Sal de mi vida, dijiste.

Mediterráneo,

Rape con trigueros

Y adiós.

El otoño ahora es invierno

Y aquel fin de la primavera,

Con su consagración efímera

Me trae más sal,

Sal de llanto,

Sal de impotencia,

Sal de mi alma, te ruego.

Sal. 

 Extraño coito, este nuestro,

Que nunca acaba de llegar,

Por pretéritos más que indefinidos

O futuros pluscuamperfectos,

Por indecisión mía

O portazos tuyos.

Por dioses monstruosos

O por monstruos divinos...

El caso es que nunca cosimos

Con el hilo físico

Lo que hilvanamos con deseo.

Así que no hay forma

De nada

En esta necesidad de todo.

No hay forma de morir un poco

En esta ya larga vida.

Y tú sigues con tus hilos

Y yo con mi aguja desnortada

Deseándonos,

Necesitándonos,

Pero jugando a escondernos

Como niños asustados,

Como adultos inmaduros,

Como creyentes sin fe...

Como tú y yo...

Que ojalá fuese un nosotros.

Todo un nosotros.