No recuerdo,

Ni deseo recordar.

Porque cuando lo hago tu nombre se agolpa

En mis sueños

Y en mis vigilias.

El aroma de tu piel,

Su tersura enloquecedora

Y tu sonrisa...

Ese imán de lágrimas

En este momento

Y de alegría sin fin 

Cuando era para mí,

Para mi alma,

Para mi cuerpo

Titilante ante el tuyo...

No recuerdo nada que no seas tú,

Con todo el dolor que eso me provoca,

Cuchillas hirviendo

Enrojecidas al fuego del infierno

Sajando la epidermis de mi alma

Y lo profundo de mi cuerpo...

No recuerdo...

No quiero recordar.

Pero sólo existes tú.

Y sabes que siempre será así.

Así...

Tito Merello Vilar

A caballo entre el sueño

Y el futuro

Viven esos besos

Que te debo.

A veces los oigo murmurar

Pequeñas preguntas

Que intento poder contestar

Algún día...

En un tiempo donde seamos

Algo más que deseo

Y no haya otro hogar

Que el fuego de tus ojos.

Y los sueños y los besos

Me turban 

Y me descolocan el alma

Y la cabeza.

Quizás sólo sea María Antonieta

Al verte.

O quizás sea su verdugo

Deseando más sangre.

Y esa sangre es la mía

Propia.

Mi sangre que fluye por ti..

Para ti.

Ojos verdes que enamoran,

Que me embrujan y me alegran.

Ojos de mujer pantera

Que me devoran cuando sonríen.

Ojos de diosa y de diablesa

Que me conducen a un inesperado paraíso

Donde no hay frutos prohibidos,

Donde sólo al cerrarlos no hay luz.

Ojos verdes de claridad meridiana

Que me cuentan tanto sin palabras,

Ojos de ensueño, mi pesadilla,

Que tanto me desvelan y hacen soñar.

Luego vendrá el mundo,

Descabalar la vida,

Rezar a dioses que no existen...

Pero ahora estás tú...

Ojos dulces y verdes

Esmeraldas, turquesas

Y vino divino...

Ojos verdes que enamoran.

No he superado tu sensualidad

Ni tu forma de ver el deseo,

La vida y el silencio.

Hasta en el silencio eres maravillosa.

No vivo desde esa eterna ausencia

De tu sabor, de todo tu sabor,

De todo lo que copabas

Hasta las cimas nevadas volvías cálidas.

No sé soñar si no te sueño cada noche

Vestida o desnuda, tantas veces despierto,

Que sólo lo sé por esa lágrima que cae

Hasta el final de mi cara al recordar la tuya.

No sé vivir desde que no te vivo en directo

Ni te rezo en esa religión que es toda mía,

Donde eres diosa, reina y salvadora,

Hasta el fin de mis días (y mis noches).

No, desde luego que no,

No he superado tu recuerdo

Ni, parece que desee superarlo

Hasta que la tierra me engulla o sea cenizas.

Sólo verte me eriza los vellos,

Me obliga a rezar 

A un dios que no me escucha...

Por favor, escúchame tú.

(Jacques Majorelle, Kiss in Dougou)

Me clavé unos hierros candentes

En el centro mismo de mi alma,

Tratando de cauterizar la herida

De mi confundido corazón

Puse el mineral al fuego.

Pero me equivoque al completo

Porque el fuego me recordó a ti,

Tratando de darte entera

A mi persona, hasta el alma

Y el fuego avivó mi llama.

Mi llama del deseó ondeó

Como una bandera universal,

Tratando de prender el Cielo entero

Como hizo con el planeta Tierra,

O esa parte que era yo mismo.

Me clavé hierros al rojo vivo

Para evitar mi penosa muerte,

Tratando de salvarme o condenarme,

Pero dejando por fin de sufrir

Al rozar mis labios tu nombre.

Recuerdo perfectamente

El día que me disparaste

Con tu mirada coqueta

Y tu sonrisa titubeante.

Me acuerdo de tus uñas,

Aún clavadas en mi alma

De puro deseo y pasión,

En rojo fuego como tus ojos.

Memoria que me obliga a sufrir,

Memoria que me llena de sonrisas,

Lánguidas y saladas,

Pero sonrisas nada titubeantes.

Algún día llegará la Parca,

Caronte y atravesar la Estigia,

Y yo le comentaré a quien sea

Yo amé, amo y amaré.

Y quien sea, pongamos Pedro,

Mirará en mis manos vacías 

Y en mis ojos llenos

Que poseo tu sonrisa, tan titubeante.

No recuerdo haber escrito

Versos más hermosos,

Luminosos y llenos de oxígeno

Que los que a ti dedico.

A veces los riego de llanto,

Otras de sonrisas,

Pero siempre están repletos

De esperanza y encanto.

Porque tú estás desnuda,

Y yo te estoy esculpiendo,

Modelo para mis palabras:

Llanas, esdrújulas o agudas.

Paso mi pluma por tu piel

Hasta que su suavidad

Y fuego divino

Convierta mis versos en miel.

Paseo mis yemas por tu cuerpo,

Aunque sólo sea imaginando,

Y sé que cada palabra es para ti,

Que lo fue, es y seguirá siendo.

Después serás más que tu propia cadena,

Ya no tendrás edad ni miedo

A la vida y la muerte,

Después serás, simplemente, eterna.

Hay mucho más que lo que oculta tu tanga,

Hay toda una suma de experiencias,

De sonrisas, lágrimas y batallas:

Hay vida, y mucha, bajo ese panda.