Acompañado de mi solo silencio,
Acodado en un alféizar de aranas de alfil,
Presumiendo que todo se acaba musito...

Por fin.

Avasallado por la estéril existencia,

Amancebado con la soledad sangrante,

Pergeñando mi pronta extinción susurro...

Al fin.

Asumida mi condición de errática rata,

Amparado en mi vacío más vacuo,

Pretendiendo una muerte cercana silabeo...

Ya era hora.

Aliviado de pretenciosas promesas,

Asqueado por metafísicas tísicas,

Prometiendo que ya no hay futuro rezo...

Ésta es mi hora,

Mi fin,

Adiós.

Vestida sólo con la luz del silencio,

Encaramada a los altares de mi deseo,

Tus ojos son eternos y efímeros...

Sólo en ellos veo a Dios,

Sólo en ellos quiero ser un diablo.

Cómo me gustas... Cuánto.

Ahora deseo envejecer en ellos,

En tu piel desnuda,

En su calor que hace el resto

De mi vida,

De mi ser y 

De mi estar

Algo nítidamente frío,

Un todo íntimamente glacial

Que se convierte en fuego purificador

Con la sola visión de tu sonrisa

Con la simple imaginación de tu cuerpo,

Con todo lo que tu alma significa

Al abrigo de esa luz silente,

Diosa a adorar en el ara de mi fruición,

Seguiré buscando en ellos la eternidad de un instante.

                                                                                                  Amén.