Recordé hoy tu piel,
Ay,
Cuando escribía en ella mis versos.
Me viniste entera:
Fragancia, sabor y tacto.
Calor, tanto rubor ígneo
Que al abrazarte me abrasabas
Y mi pluma vertía tinta
Que secaba al mero contacto contigo,
Con esa piel que era mi papiro,
Pergamino de amor
Soñado por cualquier poeta,
Por cualquier esteta de la vida,
Y del amor,
Ay.
Y al venirme tu piel al tacto
soñé que te escribía un poema,
Y al evocar tu aroma
Olí el mar lejano de tu cercanía,
Y al renacer tu gusto
Caté la dicha de tu ser
Ay,
Y el candor de tu estar,
Porque siempre estarás,
Aunque sólo sea ya en estos versos...
Ay.

¿Y si tu prístina imagen se me va?
¿Si te borrases de pronto
De mi mente enferma
De ti?
¿Qué pasaría en mi vida?
¿Estaría ya muerto
Como un vegetal ardiendo
Sin ti?
¿Y si tus ojos perdiese?
¿Y si tu mirada se me olvidase
En una suerte de deseo inconcluso
Por ti?
¿Qué sería de esa curva?
¿Qué sería de esa curva
Que se ilumina en mi gesto,
Que eres tú?

Óvalo encendido y cariacontecido
Que se quedaría en nada,
Porque nada soy sin ti,
Nada quiero ser.

Poesía de ruidos en silencio,
Carcoma que roe mi memoria,
Fuego frío que congela mi existir,
Que eres tú.

Luego vendrá la muerte,
Pero ya lo estoy si te olvido
Y pierdo tu aroma febril
De mujer enamorada.


Tacere, Dino Valls.

Poemas sin futuro,
Palabras en el lodo,
Plástico que asfixia a una tortuga,
Boba, como yo.

Carencias y excelencias,
Excrecencias sinceras y magras,
Dios me tocó
Y era sólo para reírse.

Valencias y prevalencias,
Epidemias de inteligencia vacía.
Luego vendrá la muerte...
¿O ya vino cuando dijiste adiós?

Ahora más poemas efímeros,
Más lodazales de palabras,
Polivinilos asfixiando a esta tortuga,
La boba, que soy yo.

Excelente carencia,
Puro y genuino mar de heces
Del dios que me tocó
Y aún hoy se ríe.

Prevalencias si valencia,
Estupidez como eternidad humana.
La muerte ya está aquí...
Desde que dijiste adiós.



Hugo Simberg, El Ángel Herido

Y entonces tú,
Y entonces yo,
Y después nosotros...
Y ahora nada.

¡Cómo enfatizo el dolor
Mientras enrojece la saja
De mi corazón aún ardiente!
Vivisección del amor.

Y ahora silencio,
Y con él murmullos,
Y después blasfemias.
Y entonces preguntas.

¡Cuánto me duele la poesía
Del postrer verso
Escrito con sangre
De lo que pudo ser y fue!

Y no es,
Y no será más,
Y nunca será
Ni ahora ni después.

Lo que quedan son versos,
Recuerdos que amalgaman
Sonrisas acres y lágrimas de almíbar
Y todas llevan tu imagen.

Y eso es ahora,
Y será, desde entonces,
Y será para siempre.
Y después también.



Bruno Vepkhadze: Iglesia Medieval Svetitskhoveli

Aprovecho los silencios
Para ser el culpable
De los sueños frustrados
De tu cabeza infantil.

De mi deseo ígneo,
De mi futuro polícromo,
No digo nada
Para que duermas tranquila.

Y, así, sigo jugando
A ser el malo de una historia
Que fue tan buena,
Que fue tan hermosa...

Y tú aprovechas para sonreír
Con esa boca que me enamoró
Y que fue mía hasta para el insulto,
Entre dagas y saetas de voz.

Ese lugar donde me refugié
Tanto como y cuanto pude
Cuando era mía
Ahora que ya sólo yo soy tuyo...

Y entre llantos y sonrisas
Recurro a respirar
Porque vivir sólo lo hice contigo
Y en ti,

En ese Cielo con fuego,
En ese infierno de hielo,
En ese sueño vigilante,
En esa sinfonía muda.

Tú eras el Empíreo
Del que desterramos los miedos,
Donde la desnudez era todo
Y los sentimientos estaban en la piel.

Y te vas,
Y me quedo...
Siempre permanezco,
Entre quedo, ciego y muerto.

Y ya no sé,
Ni voy a saber,
Qué hacer con esa elipsis
En clave de sol de los besos
Que nunca te daré ya.

E ignoro,
Por siempre jamás,
Adónde se esconderán
las metáforas de lo cotidiano
En los sueños eternos
Que sólo surgen al dormir contigo.

Y anhelo,
Ya eternamente lo haré,
El verso sencillo
Que se encuentra
Tras el dobladillo de tu falda,
O rozando tu areola izquierda,
Sobre tu bello corazón.

Y ya no podré,
Nunca lo haré ya,
Permanecer en clave de sol
Bajo la elipsis cardíaca
Del último verso
Nacido de una metáfora enferma
Por rutinaria o por narcoléptica
Bajo el dobladillo de tu pezón...

En el que sólo pone: aún te amo.



(El Eremita. Roberto Ferri)